Daniel Cohen
analiza las causas y las consecuencias de la actual sociedad postindustrial
“Tres
lecciones sobre la sociedad postindustrial”, Daniel
Cohen
Justo Barranco
LA VANGUARDIA,
Dinero, 23.09.07
Los
estudiantes educados en la contracultura de los 60 acabaron con el mundo estándar de sus padres.
En la nueva
situación lo económico abandona lo social: no es extraño así que lo social se alíe con lo religioso Marx, recuerda Daniel Cohen, el autor
de estas tres magistrales lecciones sobre la sociedad postindustrial, que la historia era una sucesión
de fases de la que el
capitalismo no era más que una. Pero hoy vemos que el propio capitalismo tiene muchas fases, y que
la actual poco tiene que ver ya con la forma que adoptó en el siglo XX: la de la gran firma industrial,
en la que los intereses de
asalariados y dirigentes coincidían, ya que todos querían preservar la empresa. Se sellaba así
la unidad entre la cuestión económica y la social.
Por el
contrario, el capitalismo del siglo XXI organiza científicamente lam destrucción de esa sociedad
industrial, el desmembramiento de la firma industrial. Ya no son los accionistas los que padecen riesgos –
pueden diversificar
su inversión-, sino los asalariados. Y una inquietud más o menos difusa se adueña de los perdedores de
la nueva estructura.
En la sociedad
postindustrial quedan ligados dos términos en parte opuestos, el del diseño de los bienes (lo
inmaterial) y el su prescripción (su comercialización). "Lo que tiende a desaparecer es la
fabricación de los bienes como figura
socialmente pertinente", dice Cohen (París, 1953), profesor de Economía en la École Normale
Supérieure y consejero de la OCDE.
Así, Renault
hoy se presenta como diseñador de automóviles, y ha pasado de fabricar el 80% del auto a sólo el
20%. La fabricación es tercerizada y deslocalizada. Y la información, ya sea en forma de código
digital, de símbolo o de molécula,
es mucho más cara de diseñar que el contenido físico que luego se le otorga. La sociedad industrial
se ahoga y con ella sus estructuras. Para Cohen, "nunca fue tan aguda la conciencia de vivir en el
mismo mundo, así como tan
distintas las condiciones sociales de existencia". Ya explicar cómo se ha producido esta gran transformación,
y sus consecuencias, se dedica Cohen.
Para empezar,
habla de cinco rupturas mayores en las condiciones sociales. La primera fue la producida por la
tercera revolución industrial que emerge en los 70 con los inicios de Internet y del microprocesador. La segunda
ruptura es social, con
nuevos principios de organización del trabajo: adaptabilidad a la demanda, capacidad de reacción y uso
de todas las competencias humanas Métodos que recuerdan al toyotismo japonés,
pero que se han multiplicado con informática.
La tercera
ruptura es una revolución cultural, la de mayo del 68, que supone un mayor individualismo, pero sobre
todo por la emergencia de la juventud como fuerza social autónoma. La ecuación salario igual a
obediencia es inaceptable, y
serán los estudiantes educados en la contracultura de los campus norteamericanos de los 60 los
que quiebren la estandarización del mundo de sus padres a través de la informática. La cuarta ruptura
es la financiera, la
toma de poder de la bolsa en la gestión de las empresas desde los 80. Además, los managers son
arrancados de los asalariados gracias a métodos como las stock options.
La quinta
ruptura es la globalización, la llegada de China e India al juego capitalista mundial. Una llegada que
no sólo permite deslocalizar producción, sino que hace que la solidaridad orgánica de la sociedad anterior
difícilmente se manifieste:
los participantes en el mercado global no siempre comprenden bien sus destinos e intereses. El
mercado "agudiza una carrera por la acumulación de factores estratégicos, que hace que los
participantes en el intercambio
sean mucho más rivales que solidarios": el comercio ya no es un factor de pacificación de las
relaciones internacionales.
Y crece la
brecha entre el opulento imaginario colectivo surgido de la sociedad de la información y, por otro lado,
una realidad territorial que muestra división entre riqueza y pobreza a todos los niveles. La cuestión es que
"la esfera económica ya
no propaga un modelo social, como antes" cuando el fordismo reducía las diferencias entre los
países y la gente. La fábrica, dice Cohen, ya no es el lugar de la heterogeneidad social: hoy los ingenieros están
en oficinas de estudios, el
mantenimiento en sociedades de servicios, y los empleos industriales tercerizados o
deslocalizados. Los barrios también están separados y las cercanías separan cada vez más
los suburbios. La unidad de contrarios del fordismo ya no es pertinente, y los mejor dotados permanecen
entre sí. La endogamia es
la regla.
Vivimos,
anota, no sólo un liberalismo económico, sino también social. No es extraño, así, que la religión se una
con lo social, abandonado por lo económico. Por eso, advierte, en el nuevo milenio es necesario reinventar
instituciones laicas, el
sindicalismo, la universidad, la gobernabilidad mundial y la de las ciudades para "construir una
infraestructura social que ayude a las personas y a los países a vivir un destino digno de sus expectativas".
TRADUCCIÓN DE
VÍCTOR GOLDSTEIN, KATZ EDITORES. BUENOS AIRES, 2007 130 PÁGINAS
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